Miguel Salazar | ...Y Cesc Fábregas vistió de azulgrana. No, no es el final del artículo, pero sí el final de un culebrón y de una historia que por fin ve la luz al final del tunel. Tras una larga negociación -que ha durado varios años- el equipo culé por fin se ha salido con la suya y el jugador cumplirá su sueño, vestir la camiseta del equipo de sus amores. Le ha costado buena parte de su jornal, una capitanía, la titularidad asegurada y el ser el referente de uno de los clásicos de la Premier League. Sea como sea Cesc ya está en su casa dispuesto a afrontar el gran reto de su carrera.
Se fue de La Masía siendo un niño allá por el año 2003, con tan solo 16 años, y vuelve con 24, siendo un hombre y futbolista referente a nivel mundial. La historia del centrocampista por todos es conocida: llegó y triunfó, así como suena. Su segunda temporada en el Arsenal, siendo un niño todavía, disputó la friolera de 46 partidos, enamoró a la afición y ya nadie se atrevió a desvancarle. En la grada empezó a sonar un cántico que siempre quedará grabado en su retina y en la de miles de aficionados «he's only seventeen and he's better than Roy Keane».
En su momento fue solo un cántico, pero ahora se puede afirmar que fue una profecía. Desde entonces el 4 «gunner» se asentó en el centro del campo y a partir de él, Wenger creó un equipo. Todo el Arsenal giraba en torno a Cesc. Pero ya no solo el juego, también la imagen mediática del Arsenal estaba siempre ligada a la de Fábregas, viajasen a donde viajasen. Tenía todo para hacerse un hueco en el exclusivo lugar en el que se encuentran Dennis Bergkamp, Thierry Henry o Patrick Vieira, para ser parte de la historia del club. Sin embargo, la falta de títulos a nivel de club -más aún tras haber conquistado una Eurocopa y un Mundial con España- le hizo replantearse su futuro.
Cuando el Barça se interesó por él ya no había nada que replantearse, la decisión estaba tomada. Un equipo cuya forma de jugar le viene como anillo al dedo, con sus amigos y un club que aspira a todo. Aún así, demostró que no solo es elegante dentro del campo, sino también fuera de él, y aunque presionó para marcharse, no montó ningún espectáculo al estilo Robinho o Agüero.
Ahora comienza una nueva etapa para él. Está consolidado como jugador de talla mundial, pero deberá de consolidarse también en el equipo de Pep Guardiola. No le costará mucho, ya que Cesc ha mamado de niño la cultura de La Masía y su estilo de juego. También porque con su llegada el equipo dispondrá de un sinfín de variantes en el centro del campo. Aún así su rol cambiará por completo y deberá de dar lo mejor que tiene si quiere hacerse con un hueco en el once inicial. Calidad le sobra pero deberá tener paciencia y no olvidar que de pasará de ser un ídolo indiscutible a formar parte de una constelación en la que él, por el momento, será la estrella que menos brille.
Imagen | Levante EMV