Miguel Salazar | Los recuerdos, esas experiencias vividas en un pasado y que siguen siendo imborrables en nuestra memoria. Cuánto los disfrutamos antaño, con qué energía los celebrábamos y cuánto los anhelamos en la actualidad. Tanto que incluso llegan a doler cuando nos evadimos de ellos, cuando toca volver a la realidad y ésta nos recuerda que son sólo eso, recuerdos, que jamás cambiarán la situación vigente.
Algo así sentí, imagino que no fue el único, el pasado 17 de marzo cuando los medios locales conmemoraban el aniversario de la gesta zaragocista en el estadio de Montjuic hace ya siete años. Era la campaña en la que el Real Zaragoza regresaba a Primera División tras un año en la división de plata del fútbol español. Volvía con un único objetivo: la permanencia. Pero no fue un curso sencillo. Por ejemplo, cabe recordar que Paco Flores terminó siendo destituido en la jornada 20 de Liga con el equipo en descenso y que costó certificar la permanencia matemática. Sumémosle que el fiasco del descenso todavía estaba reciente. Sin embargo, si una cosa hay que destacar de estas situaciones es que la vuelta a la máxima categoría trae consigo también la vuelta de la ilusión.
Esa era la bandera de aquel equipo, la ilusión. Era una plantilla equilibrada, joven, comprometida y con ambición. El Real Zaragoza era un equipo modesto, recién ascendido pero se apreciaba el hambre de querer triunfar por parte de los futbolistas. Es duro recordarlo, pero en ese momento el vestuario maño estaba formado, entre otros, por Villa, Gabriel Milito, Savio, Galletti o Cani. La llegada de Movilla, que terminó siendo fundamental en el esquema de los blanquillos, y la de Víctor Muñoz, recurso habitual de los maños en situaciones límite, supuso un punto de inflexión para el equipo presidido entonces por Alfonso Soláns hijo.
Las posiciones de descenso se alejaban conforme transcurrían las jornadas. No todo fueron victorias, ni empates, pero el Real Zaragoza escapaba poco a poco de la zona de peligro. Los fantasmas de hacía dos temporadas, presentes hasta ese momento, se fueron disuadiendo con la misma velocidad con la que el conjunto maño ascendía posiciones en la clasificación. La eliminatoria de cuartos de la Copa del Rey, en la que los blanquillos eliminaron al Barcelona, no hizo sino aumentar la moral de toda la atmósfera zaragocista y confirmar la reacción de los suyos. El hambre de los jugadores y la ilusión de la afición dieron como resultado una combinación que guió al conjunto hacia el mejor camino… Y lo que parecía imposible sucedió, concretamente un 17 de marzo de 2004, fecha histórica para la entidad y motivo de estos párrafos.
No hace falta recordar mucho ya que sigue en la retina de todos nosotros, ¡cómo para olvidarse! El escenario fue el estadio de Montjuic; el rival el Real Madrid de los galácticos con Beckham, Figo y Zidane; el minuto de partido el 110’, cuando ya se mascaba la tanda de penaltis; y el jugador, Galletti. El final es por todos conocido y aunque sigue siendo una alegría, es verdad que hoy por hoy también escuece. ¡Hay Zaragoza, quién te ha visto y quién te ve!
Fortaleza pues, cuando salgáis de estás líneas y el glorioso momento se convierta de nuevo en recuerdo. Cuando la realidad vuelva a hacerse presente. Pero también orgullo e ilusión, que nunca han de perderse. Lo primero puesto que aún siendo recuerdos no deben ser borrados y lo segundo porque un día la tuvimos y gracias a ella fuimos capaces de tocar el cielo.
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