Miguel Salazar| Un buen grupo de futbolistas, a ser posible con dos o tres que puedan marcar diferencias; un entrenador que transmita los valores del equipo y su filosofía tanto en su persona como en el terreno de juego; que exista una continuidad en este, además de progresión; una buena cantera que sea capaz de aportar jugadores para el primer equipo, jugadores capaces de rendir al mismo nivel que sus actuales futbolistas o incluso mejorarlo; y que los resultados acompañen, por supuesto.
Estos son los ingredientes con los que sueñan la mayoría de presidentes de equipo de mitad de tabla para hacer realidad ese salto de calidad tan ansiado, que les hará abandonar la zona media de la Liga para comenzar a ocupar la parte que da acceso a Europa. Hay más recetas, por supuesto que sí, con las que también se puede alcanzar ese objetivo. Pero a mí me gusta ésta, es la más noble y, a la larga, la que mejor resultados obtiene.
El Espanyol de Pochettino y la Real Sociedad de Lasarte han sido construidos de esta manera. El primero está luchando por Europa, es sexto a seis puntos de sus perseguidores, mientras que el segundo parece consolidarse de forma solvente en Primera División en la campaña de debut tras unos años en Segunda. Pero sin duda alguna, si hay un máximo exponente de esta receta ese es el Athelic de Bilbao de Caparrós. Un equipo que ha ido creciendo conforme pasaban las temporadas, sin hacer ruido y que actualmente ocupa plaza de Europa League. Además, el que avisa no es traidor y los vascos llevan varios años anunciando su eclosión. Joaquín Caparrós es el gran artífice del éxito de este equipo. Un entrenador con el que San Mamés se identifica y que lleva haciéndolo desde su llegada en 2007. Es el equipo personificado, un símbolo del Athletic actual. Además el de Utrera ha sabido exprimir al máximo las virtudes de cada uno de sus jugadores sumándole además un excepcional trabajo con la cantera. Un ejemplo de ello es que ha llevado a la perfección la progresión de Iker Muniain, respetando los tiempos y evitando que quemara etapas demasiado pronto. El hecho es que Iker ya es un ídolo de los ‘leones’.
Debutó con 16 años en Primera División y con esa misma edad se convirtió en el jugador más joven en anotar un gol en el campeonato. Enseguida se le nombró como la gran promesa de Lezama y todas las miradas estaban puestas en él. Pese a toda la expectación que se creó, el navarro siguió disputando partidos con el Ahletic B cuando era convocado por el filial, como un canterano más y como si nada hubiera pasado. Hoy ya es un fijo en el once titular. Su gran desborde se incrementa con su velocidad. Ante el Sporting realizó su mejor partido con los rojiblancos. El extremo se deshizo de Lora en una baldosa, sobre la mismísima línea de cal, para luego asistir a un Toquero con quien se entiende a la perfección. Una jugada al alcance de unos pocos que le ratifica como futura estrella.
Pero no es el único en este Ahtletic que cuenta con, ni más ni menos, que dos campeones del Mundo: Javi Martínez y Fernando Llorente. El primero de ellos, con tan sólo 22 años, es el resorte del equipo en la medular, el respiro y la pausa. Incluso se suma al ataque firmando auténticos golazos. Temporada a temporada crece como centrocampista y no ha pasado inadvertido ni para Vicente del Bosque, que se lo llevó a Sudáfrica como alternativa a Busquets. Eso lo dice todo.
Pero si hay un ‘león’ entre ‘leones’ ese es Fernando Llorente, estrella del equipo e idolatrado por la afición. En sus comienzos lo pasó mal, los entrenadores apenas confiaban en él y todo indicaba a que el talento que había mostrado en las pocas oportunidades se podía evaporar. Hasta que llegó Caparrós y lo convirtió en la referencia absoluta en ataque, explotando su altura y poderío aéreo, a parte de su juego con los pies, que para nada tiene que envidiar a otros delanteros. Y es que Llorente es un delantero de los del Athletic de toda la vida, como lo era Urzáiz, pero evolucionado, más completo, mejor. Y campeón de Mundo, por supuesto. No me olvido tampoco de Susaeta, daga en el extremo con un guante en el pie; Iraizoz, dueño del área y de la portería; o Iraola, quien perfectamente podría suplir a Sergio Ramos en la Selección Española sin que esta se resintiese.
Con esta camada de futbolistas y con Caparrós, el Bilbao ha conseguido la estabilidad. Estabilidad que le permite crecer temporada a temporada y que de momento no tiene límite. Están en el momento del todo o nada y son ambiciosos. “Llorente no sale”, ha reiterado Macua, presidente de la entidad, en innumerables ocasiones. Quieren más. El fichaje de Ander Herrera no hace sino confirmar que el Athletic está cambiando, que no es un equipo del montón que lucha por la permanencia. Quiere seguir fichando jugadores de nivel –pese al limitado mercado que posee-, volver a jugar en Europa -de momento ocupa una de las plazas para la Europa League-, seguir escalando en la Liga año tras año –lo lleva haciendo también desde temporadas atrás- y luchar cada curso por la Copa del Rey. Algo está cambiando en Bilbao y el único peligro existente es que las elecciones puedan romper este proyecto, al que todavía le falta lo mejor.
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